J.A. es una joven de 16 años que asiste al Instituto Julián Baquero a causa de la disminución visual que posee de nacimiento. Allí, junto con otros chicos en sus mismas condiciones, está aprendiendo a desenvolverse dentro de la sociedad sin grandes complicaciones.
Mientras J.A. nos leía los carteles en braille que decoraban los salones del Instituto, nos enseñaba qué significaba cada uno de esos puntos y entre eso, nos contaba algunas anécdotas personales, nos sorprendió una frase algo graciosa pero alentadora, que denota la fortaleza de una niña que pudo superar sus propios obstáculos: “Yo en el rostro tengo mis dos ojos al vicio… La diferencia es que ustedes tienen solo dos ojos para ver, nosotros tenemos diez” mientras nos mostraba sus dos manos con una sonrisa detrás.
Ella es una joven que nació con baja visión, es decir que tiene poco aumento en sus ojos y por consiguiente sólo logra visualizar algunas siluetas o sombras. Actualmente, asiste al Julian Baquero para aprender a usar la computadora, y fundamentalmente para ser capaz de manejarse con independencia en sus diversas actividades cotidianas.
Cuatro años antes, J.A. asistía al Instituto Helen Keller, dedicado a la rehabilitación de niños con diversas discapacidades. Allí asistió desde que nació hasta sus 12 años, aprendiendo a maximizar el uso de su escasa visión y así mejorar su calidad de vida ayudándola a desempeñarse dentro de una escuela común acompañada de una maestra integradora que le brindaba el mismo instituto.
Sin embargo, cuando la joven comenzó la escuela secundaria fue cuando comenzaron algunos problemas. Con sacrificio logró llegar hasta cuarto año, pero la dificultad que tenía para comprender lo que los profesores explicaban era cada vez mayor. Con matemáticas, por ejemplo, tuvo grandes complicaciones ya que consideraba que la profesora no contaba con los recursos necesarios para explicarle de otra forma lo que al resto de la clase se lo escribía en el pizarrón. “Era como si yo no estuviese en la clase” termina respondiendo.
En cuanto a su postura frente al uso de bastones para personas no videntes, cree que su condición no está incluida en ninguna categoría, ya que cuando vas caminando por la calle (nos comenta) la gente te mira, si usas bastón es porque sos ciego y si no es porque ves. Entonces aquellas personas que estamos “en el medio” es decir que tenemos baja visión no entramos en ningún grupo. Sin embargo, considera que todavía está en condiciones de manejarse por la calle sin esta herramienta, aprovechando el poco resto visual que tiene.
Finalizando la charla, la joven con un suspiro expresa cierto sentimiento de exclusión por parte de la sociedad ya que considera que las calles por ejemplo, no están preparadas para que una persona con sus características pueda circular sin complicaciones. Son pocos los semáforos con sonido que hay en cada esquina, las veredas están rotas, los postes de luz están mal ubicados entre otros casos de igual o mayor gravedad.
Victoria La Sala
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